“ 20 Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.” Juan 17:20-23
Uno de los lados complejos de esta era de tecnologías, es que cada paso conlleva dinero detrás.
Y con cada nueva herramienta, hay que disponer de más dinero.
Ahora no solo tenemos la iglesia presencial, sino también la online. Para conseguir llegar a más gente online, hemos de hacer posicionamiento, SEO, marketing digital, redes sociales, podcasts, grabado y edición de videos, guionado, contratar equipos, hacer arreglos en las instalaciones, luces, sonido, … y la lista es interminable, ya que todos los días surgen cosas nuevas.
Cada herramienta tiene su público, el que mira Facebook e Instagram, no mira TikTok o viceversa, el que se acostumbra a entrar por la App, no le gusta tener que estar buscando en YouTube donde está la prédica de hoy y así la lista continúa y se acrecienta…
Todo esto conlleva mucho dinero y un equipo de profesionales, muchos voluntarios que ofrendan su tiempo para este fin.
Latinoamérica, en los próximos tiempos enfrentará un tema que aún no está tan difundido (aunque debiera ser ya, tema de oración y enseñanza). La denominada clase inútil. Miles de personas que hasta hace un tiempo se auto solventaban, pero que a causa de los avances tecnológicos, pasarán a tener que depender de planes de gobierno. Y esto no solo es cuestión de edad, porque si entendemos que las clases pobres son las que más rápidamente se multiplican, esos futuros jóvenes sin educación sólo engrosarán la lista de esta nefasta clase inútil.
Hay voces que ya hablan de la creación de algún tipo de subsidio universal, que les asegure a las personas que no tienen habilidades acordes a lo que el mercado requiera, su sustento.
Frente a esa perspectiva, inmersa en la realidad digital que se irá acelerando, así como la desigualdad económica entre los países. ¿No sería hora que las iglesias de los países del primer mundo y las de Latinoamérica decidan hacer realidad Juan 17 y se unan?
Que se comience a trazar un plan donde cada país ponga de sí lo mejor que tiene y donde todos se sientan protagonistas de lo que Dios haga como fruto de esa unión?
Las riquezas no están siempre aseguradas, los países del primer mundo tienen por delante el desafío de cómo se solventarán sus iglesias, una vez que los boomers que ahora ya están envejeciendo partan con el Señor y no haya renovación de adultos jóvenes comprometidos con sus ofrendas. Por lo cual, ¿no es mucho mejor trazar un plan en conjunto con aquellos países donde el dinero fuerte rinda más para el Reino, en lugar de utilizar un abultado presupuesto para seducir personas que no llegan a cambiar sus vidas por el Evangelio, sino que asisten a los templos solo por las bendiciones?
Tuve el enorme privilegio de cursar junto a un grupo de pastores latinoamericanos. Muchos de ellos bivocacionales en países de enormes limitaciones. Tienen que trabajar secularmente para lograr su sustento y a la par, liderar sus Iglesias. Algunos han sido despedidos de sus trabajos o sufren algún tipo de persecución por predicar el Evangelio. Pasan suma escasez, aún en su alimentación y la de su familia.
Aún así predican, extienden mensualmente el Reino. El Evangelio que predican transforma vidas, personas que se bautizan y luego son discipuladas. Hacen festivales infantiles, casi sin recursos, allí cientos de niños aceptan a Jesucristo como su Señor, aprenden la Biblia, y sus vidas son transformadas. Con lo mejor que tienen abren centros de atención a las embarazadas y generan los mejores cuidados posibles para sus bebés.
Esos pastores, desgastados por la rutina de la tarea pastoral, fueron refrescados al estudiar las Escrituras en el Seminario Bautista de Midwestern de Kansas, a través de su carrera en habla hispana online (al cual definí como un reservorio de la Palabra). El poder cursar con profesores de excelencia doctrinal y pedagógica, dio como resultado que estos pastores de campo redundaran en frutos de vidas salvadas, restauradas y reinsertadas socialmente para transformar la cultura de su tiempo.
Si un grupo tan pequeño pudo significar un cambio tan grande, gracias a una Iglesia que comprendió cómo hacer la diferencia y becó a estos pastores, ¿podemos soñar lo que significaría que los pastores jóvenes de Latinoamérica sean respaldados a estudiar y sean así atravesados por la excelencia de la Palabra? ¿Imaginamos el impacto en sus predicaciones dominicales? ¿En sus trabajos en las calles, con los necesitados, si tuvieran algún respaldo económico que les posibilite el armado de estos eventos?
Es cierto que el pragmatismo en las Iglesias, condiciona muchas veces a los pastores y líderes a alcanzar las métricas establecidas, pero, y si se establecen métricas que atiendan la riqueza y diversidad de estos frutos en países hermanos? Si pudiéramos cambiar generaciones de jóvenes que al ser cambiados por Jesucristo pueden junto con la salvación acceder a estudios, ¿no sería eso una medición digna de ser tomada en cuenta por cualquier métrica pragmática?
Pienso como cambiaría la vida de una persona que al ofrendar para un pastor, pueda seguir su vida ministerial, y formar con él un vínculo de amor y cuidado. Donde el que ofrenda se sienta parte de cada fruto, que quien recibe la ofrenda puede lograr gracias a tener sus necesidades cubiertas, eso no es extender el Reino también?
La locura del Evangelio fue usarnos a nosotros, simples personas.
Para eso Dios nos dotó con diferentes dones. Nos dio características diferentes. Aquellos que viven en países donde generar riqueza es más sencillo, quizás no saben cómo convertir a una persona al Evangelio, pero ¿cómo se sentiría si gracias a lo que su dinero posibilita, vidas son salvas, transformadas y cambiadas para la eternidad?
Cuando Jesucristro regrese, no podremos decirle sin mentir, que no hicimos la obra por falta de recursos. Porque los recursos están. Es sólo que aún falta decidir cómo trabajar en unidad. Cómo administrar con eficiencia y eficacia recursos que aunque pasen por nuestras manos, no son nuestros sino que nos fueron dados por Dios para que seamos correctos mayordomos. En Latinoamérica el cuerpo de Cristo tiene anillos y collares de oro y diamantes, pero la mayoría de este cuerpo comienza a tener hambre y adolece por falta de recursos. ¿Nos atreveremos a sentarnos en unidad y trazar un plan de cuidado a los pastores latinoamericanos que tienen el corazón rendido a Cristo y son sensibles al Espíritu Santo, para juntos hacer el trabajo para el cual Dios ya nos dio los recursos?