El uso del chat se ha extendido hasta hacerse casi imprescindible a nivel ministerial. Soluciona muchas interacciones. Las limita a la menor expresión posible, dependiendo de las edades de los interlocutores, muchas expresiones hasta pueden resumirse con un emoji 🙏 (primero en el top ten de los emojis cristianos).
Pero, permítanme hacerles una pregunta y les pedimos se detengan un minuto y respondan honestamente: ¿qué sensación les produce a ustedes cuando alguien les clava el visto, pero no les responde? O cuando directamente pasan los días y no los lee? O cuando para ser “políticamente correctos” anular la posibilidad de visualizar si son leídos o no? Ya que esa opción también da un mensaje al lector: - no sé si quiero que sepas que te leí, porque no sé si querré responderte…-
No estamos hablando aquí de los chats donde se hace catarsis de mensajitos de todo tipo que a cada persona le parece lindo reenviar, sino de conversaciones reales de personas que nos escriben jerarquizando de algún modo el rol que estamos representando.
Cuando alguien escribe un chat, es porque:
- Necesita comunicarse contigo
- Precisa una respuesta de tu parte
- Depende de tu respuesta para tomar otras decisiones
Está bien que uno quiera optimizar el tiempo de su día a día, pero analicemos cual es el mensaje que brindamos cuando clavamos un visto y no respondemos en los siguientes…. tres días?:
- Estoy demasiado ocupado. (Esto traducido a lo personal es un: no eres tan importante para mí).
- Recibo tantos mensajes por día que no llego a responder todos. Y la lectura de esto vuelve a ser: no eres tan importante para mí.
Estudios realizados recientemente explican que las emociones involucradas en la virtualidad, tienen el mismo efecto que episodios vividos en el mundo real. Esto llevado a un chat, sería igual a que las emociones que generamos al no responder un chat y dejar a alguien esperando una respuesta que nunca llega, son iguales a decirle “no categorizas como importante para mí”.
Esto genera desánimo, frustración, heridas innecesarias. Y algo más que tendremos que tener en cuenta: es muy posible, que cuando nosotros querramos, necesitemos o precisemos comunicarnos con esa persona, nos responda de igual manera. Cuando hablamos de personas, es mucho más sano encontrar la forma más empática para decir que no nos interesa la propuesta, o que en ese momento no estamos en condiciones de poder satisfacer una necesidad, que la absoluta negación de la falta de una respuesta.
Hay una nueva forma de relación que se está arraigando en las iglesias, es el no decir nunca “no”, sino simplemente dejar sin contestar, para que la otra persona comprenda que no prosperará su pedido, relación, o lo que sea que la persona pretenda. Sin embargo, eso solo denota una falta de amor y de interés por el otro, al no querer ni siquiera incomodarnos a tener que decir “no” a algo. Precisamos que nuestra integridad se denote aún en nuestras comunicaciones digitales.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
1.Tratemos de mantener en la mínima expresión los grupos de los cuales formamos parte. Es preferible dar una explicación correcta y salir de un grupo, que generar expectativas de respuesta.
2.Siempre hay tiempo de dar un: gracias, te respondo a la brevedad. (Y luego hacerlo). O, gracias por tu tiempo, hablamos (y luego hacerlo).
3.En el caso que ya hayan pasado varios días, tomarse unos minutos y llamar a la persona, restaurará todo posible mal entendido.
4.Si nuestro número de contactos se ha hecho imposible de gestionar, será necesario asignar a alguien cercano: asistente, familiar, etc. que reciba los mensajes y los gestione apropiadamente, con la misma celeridad con que nos gustaría que otros tomen nuestros mensajes.