¿Qué estas haciendo con tus dones?

Escrito el 11/06/2021
Alejandra Bouchard

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios“. 1Pedro 4:10 (RVR1995)


La gracia de Dios es multiforme para poder llegar a todos y a cada uno de nosotros, en nuestras individualidades.  Así, nadie queda fuera de Su gracia, por diferente que te sientas, la multiforme gracia de Dios te alcanza!

Todos tenemos dones dados por Dios, ahora ¿qué pasa cuando queremos ministrarlos?  Ministrar significa dar, servir, ejercer.  O sea, darlos a otros: iglesia, familia, amigos, trabajo, comunidad, etc.

¿Te encuentras reflejado en alguna de estas situaciones?

Te esforzaste mucho en hacer algo, lo preparaste con mucha ilusión y detalle, pensando en bendecir a quien lo va a recibir, pero al momento de darlo, no te lo agradecen, no lo aprecian, o es dejado de lado.

Formas parte de un equipo y te esfuerzas por servir en todo lo que es necesario durante mucho tiempo, pero cuando brindas tus ideas para ejercer tu don, no te dan oportunidad y tu espacio es rápidamente ocupado por alguien nuevo.

Tienes un grupo de amigos, pero te cansas de sugerir posibilidades que no son oídas. Si participas, eres bien recibido pero si no lo haces, nadie te llama, parecería que no se nota tu ausencia.  Haces preciosas reuniones (que te llevan mucho esfuerzo prepararlas), y a las cuales todos asisten con gusto, pero luego te enteras que no siempre eres invitado a las reuniones que los demás hacen.

Si esto te sucede una vez, no es importante, pero si repite y se prolonga en el tiempo, lo usual es que comiences a pensar ¿qué hay de malo en mí?

Somos seres sociales, todos necesitamos reconocimiento y aprecio.  Sentimos que formamos parte de algo cuando nos interesamos por los otros y se interesan en nosotros, cuando oímos y somos oídos, cuando agradecemos y recibimos agradecimiento, cuando ayudamos a otros a lograr algo y nos ayudan en nuestros logros.  Ahora ¿qué pasa si esto no es así?

Lo tristemente usual en estas situaciones, es que dejas de ejercer el don que Dios te ha dado (¡justo lo que el diablo estará encantado de que suceda!).

Como cuando damos, lo hacemos de corazón, nos volvemos vulnerables si esperamos el reconocimiento de las personas. Es por eso que si no te sientes reconocido, amado, aceptado o integrado, entonces tu reacción si trabajas mucho en tu hogar, será dejar de lado la excelencia con que lo haces, total da igual. Dejas de servir en la iglesia, porque sientes que no tienes cabida. En tu trabajo, haces lo mínimo necesario. Te aislas de tus amigos, ya que si no llamas no te llaman.

Si bien pensamos que al hacer esto nos estamos protegiendo, lo real es que nos volvemos mediocres, oscuros y cuando eso sucede, el diablo ha ganado la batalla en nuestras vidas, ya que dejamos de vivir la plenitud que experimentamos cuando ejercemos el don que Dios nos regaló.

Y puedes decirme, pero Alejandra, ¡sólo me quieren porque me necesitan, me están usando! o ¿cómo quieres que ministre, si no me dan el espacio? Y hasta es posible que sea así, pero Dios nos dio dones y sólo seremos plenos cuando los ministremos a otros.

Cuando hablamos de don, es algo que te sale aún sin proponértelo, lo tienes y lo ejerces, y cuanto más lo das, más tienes. 

Tu don se transforma en la manera desde la cual entiendes el mundo, es por eso que si tu don es la adoración, para ti lo principal en el culto de la iglesia será el tiempo de la alabanza, mientras que si tu don es la administración, tu mirada estará puesta en el modo en que se administran los recursos.  Si tu don es la cocina, querrás que todo en derredor tuyo gire en torno al tiempo de las comidas.  El tema es que debido a que todos tenemos diversidad de dones, los énfasis no siempre serán los que tu esperas.

Al dejar de ejercer tus dones, el principal perjudicado eres tu, ya que te estarás privando de disfrutar de la alegría y plenitud que sientes sólo cuando los ministras.

“Hagan lo que hagan, trabajen de buena gana, como para el Señor y no como para nadie en este mundo”.  Colosenses 3:23 (NVI).

Todo, todo lo que hagas, tienes que hacerlo como para el Señor, si miras a la gente, te vas a caer, ya que nadie es perfecto (incluídos tu y yo). Dios nos dio dones para ministrar a la gente, pero la única aprobación que debemos buscar proviene de El.

No permitas que el enemigo te robe el gozo del servicio, poniéndote crítico o rezongón.

Si Dios te dio un don, es porque hay gente que será bendecida con tu ministración. Pídele a Jesús que te muestre la tierra y la manera de llegar.  Una posibilidad es que tengas que atreverte a iniciar algo diferente.  Estamos en una era maravillosa por la gran cantidad de posibilidades que tenemos de comunicarnos.  Tal vez no tengas que servir como lo pensabas sino de una manera nueva, diferente o complementaria.

En el momento en que te predispongas a caminar, harás las pases en tu corazón con quienes entiendes que no recibieron tu don, porque eso te impulsó a buscar cómo y donde ejercerlo, con lo cual tendrás paz.  Te volverás más amable y comprensivo ya que al animarte a iniciar algo, comprenderás a aquellos quienes pensabas que no te daban espacio, al tener que lidiar con la diversidad de temas que implica llevar algo adelante y a su vez, podrás decidir que modelo seguirás. 

Te sentirás emocionado y desafiado a saber cómo continuar adelante.  Tu mente ya no estará puesta en el reconocimiento o en que te den un espacio,  sino en encontrar cual es la mejor manera de ejercer tu don, buscarás la excelencia y para ello cuentas con la multiforme gracia de Dios, que es todo lo que necesitas!   

Tienes el don y tienes Dios, no dejes de sacar a la luz todo lo que Cristo ya puso en tu corazón! 

 


“Señor Jesús, abre mis ojos espirituales para que pueda ver donde y de que modo servir. Dame los recursos espirituales que necesito, yo quiero hacer lo que es grato a tus ojos. Te amo Jesús, amén”.