“No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta”. Romanos 12:2 (NTV)
El apóstol Pablo nos plantea la madre de todas las batallas de nuestra vida: cuando llegamos a Cristo, nuestra mente tiene que ser cambiada, todo lo que aprendimos, todo lo que creemos que somos o podemos, lo tenemos que reaprender, a través de la mirada que Dios el Padre tiene de nosotros.
Te animo a que esta semana vuelvas a releer el libro del Exodo y los capítulos 13 y 14 de Números en la Biblia. Si prestas atención a cada detalle del relato, tal vez llegues a la conclusión [como lo hice yo], de que cada generación tiene que lidiar sus propias batallas: difíciles, inconmensurables.
Tiempos llenos de incertidumbre, en los cuales el desgaste emocional puede ser tan grande que corremos el riesgo de dejar de oír la voz de Dios, para ir tras nuestra propia visión de lo que es la realidad de nuestra vida y de nuestro futuro.
En Exodo 6: 5-8, Dios le cuenta a Israel su plan maravilloso para sacarlos de la esclavitud, a una vida de plenitud. Algo por lo cual el pueblo venía clamando por años, Dios lo estaba por hacer realidad! Sin embargo, en el versículo 9 leemos: “por su desánimo y las penurias de su esclavitud ellos no le hicieron caso”. ¿Puedes creerlo? Semejante mensaje de parte de Dios y el pueblo no le hizo caso? ¿Podría llegar a pasarnos eso hoy a nosotros?
En el capítulo 13 de Números, el pueblo de Israel estaba en el desierto, ya habían sido librados de los egipcios y estaban por iniciar la conquista de la tierra que Dios les había prometido. Moisés envió a doce hombres (líderes de sus tribus), a explorar la tierra. Luego de cuarenta días regresaron y diez de ellos corroboraron que lo que Dios les había dicho era cierto, habían visto que era una tierra donde todo era abundancia: leche, miel, y todo tipo de alimentos y cosa buena.
Pero dijeron: - No podremos combatir contra esa gente. ¡Son más fuertes que nosotros!- (vs. 31). Desestimando así una vez más la palabra de Dios, al poner su mirada por encima de la de Dios, quien les había prometido que les entregaría esa tierra.
Caleb en cambio dijo: -Subamos a conquistar la tierra, podremos hacerlo (vs.30) Y Josué dijo: -¡Ya son pan comido! No tienen quién los proteja, porque el Señor está de parte nuestra. Así que no les tengan miedo!- (14:9).
Sin embargo, en el pueblo se decían unos a otros: -escojamos un cabecilla que nos lleve a Egipto-. (14:4). Ante el desafío de fe y esfuerzo, el pueblo prefirió volver a la comodidad de la esclavitud.
Esa generación de israelitas sacados de la esclavitud de Egipto, aún habiendo visto vez tras vez las grandes maravillas con las cuales Dios los estaba guiando, no fueron capaces de cambiar su mente de esclavos, y por eso ninguno de ellos pudo entrar a tomar la tierra, salvo Caleb y Josué.
¿Podría pasarnos a nosotros hoy lo mismo? ¿Podría ser que mientras Dios te muestra su plan perfecto para tu vida, aquello en lo cual podrías verte pleno y realizado, tu pienses que no es posible lograrlo? Que es demasiado costoso, o que ya no tienes la edad suficiente para comenzar algo nuevo o que no eres lo suficientemente inteligente. Y en lugar de plantarte en la promesa de Dios y en tu identidad de hijo del Todopoderoso, te plantes en tu mentalidad de esclavo y dejes pasar así la maravillosa aventura de ir tras lo aparentemente “imposible” que una vez Dios te permitió soñar?
La historia está relatada con todo detalle, creo que es para que podamos mirarnos a nosotros mismos y ante las grandes crisis que la vida nos presenta, decidir delante de Dios a quien le vamos a creer: si a Dios y sus promesas o a nuestra mente que aún tiene pensamientos de la esclavitud espiritual en la que vivíamos antes de haber sido hechos Hijos de Dios a través de Jesucristo.
¿A qué sueño renunciaste? Donde quedó eso que alguna vez decidiste querías ser o hacer y que cuando vino el momento de ejercer fe y esforzarte, te desanimaste y justificaste diciendo: -esto no es para mí, me equivoqué, Dios no me habló-.
Gracias a Jesucristo, hoy vivimos en una era llena de Su Gracia, y ya no vivimos bajo la ley, por lo cual luego de releer esta historia, yo decidí pedirle a Dios que me guíe, quiero invertir todo mi tiempo en esta tierra en ver todo mi potencial hecho realidad. No quiero vivir en la comodidad de la esclavitud, prefiero el esfuerzo de vivir en la fe de lo que Dios tiene para mi vida. ¿Cuál será tu decisión?
“Señor Jesús, enséñame cual es mi tierra prometida por ti y dame sabiduría para ver las cosas como vos las ves. Que mi fe crezca y dame fuerzas para lograr conquistar aquello que me quieres dar. Te amo Jesús, amén”.