Lo que decimos y lo que nos dicen. Parte III: Juicios

Escrito el 30/05/2021
Alejandra Bouchard

“La muerte y la vida están en el poder de la lengua, y los que gustan usarla comerán de su fruto”. Proverbios 18:21 (RVA-2015)


Si bien todos nos comunicarnos, no es frecuente que nos detengamos a reflexionar sobre el poder de nuestro hablar cotidiano. Lo que nos decimos a nosotros mismos o a otros tiene la enorme capacidad de cambiar la realidad, nuestro presente y nuestro futuro.

Sos un incapaz!  Hiciste mal esto o aquello!  ¿No pensaste en….?  ¿No te diste cuenta de…? Dejá de gritar! (oyes de repente cuando muy alegre estás cantando en la ducha)… Y el aire inmediatamente cambia, el ambiente se oscurece, la alegría se esfuma.

Las declaraciones que hacemos tienen la capacidad de generar nuevas realidades.  Dentro de ellas, las que con más frecuentemente utilizamos son, los juicios. Que tienen la característica de ser siempre discrepables. Eso quiere decir que podemos ejercer el derecho de no estar de acuerdo con ellos.  La fuerza de los juicios depende de la autoridad que le otorgamos a quien los dice.

Imagínate que alguien te quiera regalar algo que te hace mal. Tu tienes la capacidad  de recibirlo o de no aceptarlo.   Eso mismo puedes hacer con los juicios que otros hacen sobre ti.

Ahora, ¿qué pasa con los juicios con los que todos los días te tratas a ti mismo? 

¿Cuántas veces al día te encuentras enjuiciándote? Te retas, te enojas, te criticas en lo físico, en lo emocional, en lo laboral, en la pareja, con relación a tus amistades, a la familia, parecería que nunca terminas de dar la talla.  Te criticas por etapas no resueltas, por cosas no vividas, o por cosas que tendrías que haber hecho diferentes.  Y entonces te dices:

¿Por qué no lo hice?  ¿Por qué no se lo dije?  ¿Por qué no lo pensé? ¿Por  qué no fui capaz de…? Y comienzas con  los “debería”, “tendría”, “hubiera”, “si tan solo”, “si fulanito o menganito supieran realmente el fracaso que soy….”

Esos juicios no solo te dejan atrapado en el pasado, destruyen tu presente y te quitan la paz y la capacidad de disfrutar el ahora, sino que condicionan tu futuro ya que preferirás no intentar más nada, por miedo a sufrir el maltrato al que te autosometes. Entonces te dices:  No voy a ser capaz.  No voy a poder. Esto no es para mí.  No soy lo suficientemente…. Todos los seres humanos tenemos una tremenda capacidad para juzgarnos y auto destruirnos. 

La Biblia está llena de historias de personas comunes como tu o como yo que fueron capaces de poner toda su “humanidad” delante de Dios y a partir de allí animarse a realizar las más grandes proezas.  Moisés a los 83 años y sintiendo la limitación de su hablar, se presentó ante el faraón para decirle que deje libre al pueblo de Israel, al cual luego lideró hacia la tierra prometida.  Pedro, lidió con el haber negado tres veces a Jesús antes de convertirse en el gran apóstol y escritor de las epístolas que fue.

Fue el apóstol Pablo el que escribió: “…y me ha dicho [el Señor Jesús]: -Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad-. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo”. 2 Corintios 12:8-9 (RVA-2015).

A partir de hoy, prueba ya no juzgarte, y ante lo vivido solo analizarlo para comprender los hechos y actuar para corregir lo que tengas que corregir, pero tratándote amorosamente, del mismo modo que Cristo te ama. Utiliza el enorme poder de las declaraciones para bendecirte!  Mírate al espejo cada mañana y dí en voz alta: ¡Te bendigo, bendigo tu día, cada cosa que vas a vivir, declaro sobre tu vida todo el bien de Dios!

Cada vez que te vayas a enjuiciar o a criticar, o quieras hacerlo con alguien, prefiere el silencio.  Piensa en cómo Dios te trata con todo amor y aplícatelo a ti y a los demás.  Ejerce la gracia, y disfruta de ver como cambia el aire, como generas una nueva realidad para tu vida y la de quienes te rodean. Como la gracia en tu hablar genera un nuevo futuro al permitirte errar sin enjuiciarte y al aplicar esa misma gracia para con tu entorno.

Experimenta la tremenda libertad de vivir sintiéndote aceptado por Jesucristo, quien aún sabiendo que sólo somos absolutamente imperfectos, aún así murió por nosotros para darnos vida abundante (eso quiere decir también el animarnos a vivir sin miedo a cometer errores), un presente digno de ser vivido y un futuro de gloria en El.


“Señor Jesús, quita de mi corazón y de mi boca el juicio. Dame de tu gracia para tratarme y para amar a los demás. Te amo Jesús, amén”.