“En todo tiempo ama el amigo, Y es como un hermano en tiempo de angustia”. Proverbios 17:17 (RV60)
La virtualidad acrecentó la distancia entre las personas. Aun estando interconectados todo el día, y aún pasando horas jugando en red, estando llenos de reuniones por Zoom y formando parte de muchos grupos de whats app, podemos sentirnos profundamente solos, distanciados del otro emocionalmente y cada vez más retraídos hacia el mundo virtual, donde nos sentimos más “seguros”.
No a todos se nos da fácil la intimidad con los otros ¿verdad?
Ahora es frecuente saludarse diciendo: - ¿Todo bien? - A esa pregunta casi condicionada, el otro responde obviamente: - Bien, che!
Y yo me pregunto: ¿siempre esto es verdad? Nadie tiene ganas ante un - ¿Todo bien? de responder: -Sabes?, la verdad es que no, no está todo bien… – y abrir su corazón con la necesidad de ser comprendido, confortado al ser oído por alguien que al brindarle toda su atención lo haga sentirse especial, alguien que no juzgue, no de consejos de manual, no enseñe nada, sino que realmente se interese por el otro de corazón…. Alguien que puede sentirse cómodo al compartir un silencio o que puede prestarte su atención aún sin comprender muy bien lo que estes diciendo 😊.
A muchos les cuesta llamar para hablar con otros por el celu. No chatear, no mensajear, sino llamar, hablar con el otro. Lo sé, pero, ¡es tan bueno oir la voz de otro llamándote y queriendo saber genuinamente como estas!
Algunas veces pienso si esa negación a llamar por teléfono no esconde el hecho de que pensamos que no somos importantes para los demás, y por eso no sabemos qué compartir en una conversación, por miedo a sentirnos rechazados, inadecuados o a no ser comprendidos. Temor a que lo que querramos compartir no resulte interesante para el otro y se aburra. Esto no proviene de Dios. El aislarnos nos hace daño!
Al aislarnos de compartir lo que sentimos, la riqueza de quienes realmente somos, (sin caretas, sin tratar de imitar a otros), nos estamos perdiendo la capacidad de vivir a diario una de las experiencias más ricas que tenemos los seres humanos, la de compartir nuestra vida con otros.
Dios te hizo único, especial, rico en todos los sentidos. El comunicarnos con otros es una habilidad que se aprende, practicando! No tengas temor a ser rechazado, para sanar nuestras heridas siempre está Jesucristo y nos hace mucho más daño el aislarnos que el intentar oir y ser oídos.
Jesús nos dice en Mateos 22:39 “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Y 1Corintios 13 nos enseña:
“El que ama tiene paciencia en todo, y siempre es amable. El que ama no es envidioso, ni se cree más que nadie. No es orgulloso. No es grosero ni egoísta. No se enoja por cualquier cosa. No se pasa la vida recordando lo malo que otros le han hecho. El que ama es capaz de aguantarlo todo, de creerlo todo, de esperarlo todo, de soportarlo todo”.
Ahora, ¿como piensas amar sin comunicarte significativamente? La palabra que más me gusta cuando pienso en amistad es “apapachar” que para los mexicanos significa: abrazar o acariciar con el alma, así que mi propuesta esta semana es la siguiente: ya que tenemos por seguro el amor de nuestro Padre Celestial, y ante la imposibilidad cada vez más fuerte de poder vernos cara a cara, busquemos el mejor medio digital para encontrarnos, sólo para charlar, para apapacharnos.
Anímate a llamar cada día a alguien, prepárate para oir, para hacer preguntas que permitan que el otro se abra y responda y déjale el regalo de un versículo, una alabanza y un “sos importante para mí”. Piensa que los mismos temores que puedes tener, también los puede tener el otro.
Y si alguien te llama, no le cortes enseguida, procura encontrar motivos para charlar, vence la timidez y cuéntale algo que quieras compartir en ese momento, o que te guste o te parezca divertido o interesante. Entiende que quien te llama lo hace porque para él eres importante y se está animando a hacerlo. Bríndale lo mejor de tu amistad.
Me gustaría que me cuenten luego como les fue 🤓.
“Señor Jesús, ayudarme a confiar en los demás, a abrirme a otros, dando lo mejor de mi. Te amo Jesús, amén”.